¿Conocen la canción “Filosofía barata”? Pues es horrible,
la acabo de volver a escuchar. Envejeció mal.
Y recuerden que Aristóteles
está en el infierno, aviso de Dante a
navegantes.
Claro que es de Mclan.
Y Mclan no es Radio Futura. Cielos, Santiago Auserón, otro filósofo.
Encuentro muy removido el mundillo últimamente. Carlota Casiraghi ha estado en España como
invitada a un festival de filosofía y para presentar su libro: “Archipiélago de
pasiones”. Apuesto a que el filósofo que
la acompaña en su aventura editorial (Robert
Maggiori) tuvo que ir al baño a vomitar cuando le comunicaron el título. O eso, o es
el hijo de Corín Tellado.
Carlota tiene unos labios inabarcables, una voz grave y
sangre indómita con hemoglobina Grimaldi. Usa camisetas de The Smiths y Converse y se casa muchas veces como si se lo creyera
siempre. Es perfecta así, no sé por qué tiene que estropearlo pretendiendo ser
una intelectual.
El problema de impostar la sabiduría, el intelecto, las
lecturas y la reflexión, es que te sale el pelo del almanaque Gotha a la mínima. Las nuevas generaciones
con cincuenta apellidos Sajonia-Coburgo, nombres intercambiables con los de un chihuahua,
estudios de piano eléctrico en Berkeley
y novios saudíes, abogan por la sostenibilidad del planeta, el empoderamiento ovárico y la
libre circulación de “migrantes” por fuera del perímetro de seguridad de sus principados
y vecindarios.
Sin embargo, lo de estas criaturas viene de lejos. Concretamente
del 68 y sus postrimerías.
Recientemente, el filósofo donostiarra Fernando Savater, concedía una entrevista a El Español para
promocionar su nuevo libro “La peor parte”:
Mi mujer nunca se preocupó por mis infidelidades, sabía que la amaba a ella.
A Savater, que no
esconde su progresismo, su bisexualidad, sus traiciones y su cobardía a la hora
de afrontar los cuidados de su esposa aquejada de una enfermedad grave, se le
perdona todo por su condición de amenazado por la banda terrorista ETA. A mí me parece bien que nos perdonemos todo
los unos a los otros. Sobre todo porque su vida privada no me concierne. Lo que no concibo es que todo lo suyo sea
elevado a la categoría de incontestable por su oposición al nacionalismo. O por
su profesión de filósofo.
Con todo, el problema no es de Savater, que cuenta su experiencia y vende libros. Es de los que
piensan que habla ex cathedra, con la
infalibilidad de la asistencia de una carta de extorsión o un doctorado en
filosofía. Esos nunca entenderán que respeto su duelo y que me es indiferente su
definición de romanticismo.
Pero estamos ante un hombre equivocado en lo ideológico, con
dudosas aportaciones al pensamiento y con una gestión tirando a mala de sus
emociones y principios, a tenor del sufrimiento del que nos hace partícipes.
Superioridad moral, ninguna, y la intelectual, a debatir.
El victimismo también es el juego preferido del filósofo
francés Bernard-Henri Lévy. Todo
lo que no le gusta es antisemitismo para él. Y todo lo que le gusta contiene un grupo metil.
O varios.
Le reconocerán por su pinta de divorciado en la Costa azul -camisa
blanca impoluta con tres botones desabrochados- y le detestaran por lo de
siempre; una cuenta bancaria obscena (por
la cantidad y por la procedencia de la pasta) y un discurso progre neoliberal.
Sí se puede. Miren las élites cosmopolitas si no.
BHL surge con la
nueva generación de filósofos que se oponen a la izquierda radical y al mayo
francés, según Wikipedia. Todo mal.
Quizá no era tan progre como los maos, los trotskistas o los situacionistas (de lo poco interesante que salió de mayo del 68; Guy Debord y la sociedad del espectáculo) pero es el perfecto representante del liberal postmodernista.
La cigüeña ya no trae niños de París, trae vectores del
mundialismo. Su célebre frase: Tout ce qui est franchouillard, m’est odieux (todo aquello que es típicamente francés, me resulta odioso) no deja mucho a la
imaginación.
Está obsesionado con el RN, Putin y Trump. Claro que Trump acaba de declarar que rechaza el
globalismo y abraza el patriotismo. Si lo ha hecho con el índice en alto y con sus
maravillosos aires de folclórica ultrajada, entiendo que la coronaria de Lévy
esté en apuros.El amigo Bernard-Henri actuó como muñidor de la guerra de Libia y es el hazmerreír de verdaderos filósofos. Su obra académica es prescindible y sus incursiones intelectuales se limitan al teatro y al cine.
Allí ya no engaña a nadie. Aquí, a Valls y a algunos medios que lo han calificado como el “Huracán BHL”.
Más que un huracán, yo diría que es la tormenta en un vaso de whisky, un progre liberal hecho grande por su oposición al nacionalismo, pero un internacionalista al fin y al cabo.
Oigan, para eso, para filósofo francés de poca monta, prefiero a su ex yerno Raphaël Enthoven. Mujeriego, mediático, sofista cutre y narcisista, al menos
reconoce –aceptamos su falsa modestia- que es un simple profesor de secundaria.
Y madame Sarkozy nos ha soplado que ”tiene pinta de ángel, pero es un diablo del amor”.
Y miren, otra cosa no, pero Carla Bruni, en cuestiones de
los Enthoven, es una autoridad.
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